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ALABANZA de su GLORIA

Foto del escritor: carmelitas aracenacarmelitas aracena

No solo es nuestro deber, sino también nuestra salvación, ALABAR A DIOS SIEMPRE Y EN TODO LUGAR.


Nuestra vocación contemplativa carmelita es descansar en su Amor, despertar, vivir y morir cada día en Él (1) con el deseo ardiente de que todos los que nos han sido confiados lleguen a gozar eternamente de su Amor.


AMOR y ADORACIÓN a Dios, que merece una ALABANZA ARMONIOSA (2), cantada no solo con los labios y el corazón sino con toda la vida en el seno de nuestra Madre la Iglesia.


Nuestro deseo cada mañana al despertar es alabarle incesantemente buscando y realizando lo que agrada al Padre, unidas a Cristo, dejándonos llevar por el Espíritu Santo, en la certeza de que fuimos creadas para SER ALABANZA DE SU GLORIA EN EL CARMELO, cauce de su Amor para toda la humanidad.


Pero como dice San Pablo en su carta a los Efesios (3) en Cristo TODOS hemos sido llamados a ser alabanza de su gloria, cada uno según su vocación, y eso es lo que también nuestra vida, anticipo del cielo, "anuncia" de modo silencioso, de corazón a corazón. Sólo en Él podremos realizar nuestra misión recibida como don en el Bautismo. Sólo en Él nuestras vidas alcanzarán su fin, gozaremos de esta alegría que nadie nos puede arrebatar, y podremos cantar con María que el Poderoso ha hecho obras grandes en nosotros, que ha mostrado su fuerza en nuestra debilidad y pequeñez, haciendo brillar su Gloria.


Nuestra hermana Santa Isabel de la Trinidad, carmelita, a quien le fue concedida por gracia una clara conciencia de la inhabitación de las tres Divinas Personas en el alma y de vivir inmersa en su Amor, se preguntaba (4):

  

¿Cómo realizar este gran sueño

del corazón de nuestro Dios,

este deseo inmutable sobre nuestras almas?

¿Cómo en una palabra,

responder a nuestra vocación

y llegar a ser perfectas alabanzas de gloria de la Santísima Trinidad? (...)


Escuchemos y meditemos su respuesta, guardémosla en nuestro corazón y dejemos que ilumine y renueve nuestra existencia:


"Una alabanza de gloria es un alma que mora en Dios, que  le ama con un amor puro y desinteresado, sin buscarse en la dulzura de ese amor; que le ama por encima de sus dones, incluso cuando no hubiera recibido nada de Él; que sólo desea el bien del así amado. Ahora bien, ¿Cómo desear y querer efectivamente el bien de Dios, si no es cumpliendo su voluntad,  ya que esta voluntad ordena todas las cosas a su mayor gloria?. Entonces esta alma debe entregarse plenamente, totalmente, hasta NO QUERER OTRA COSA QUE LO QUE DIOS QUIERA.


          Una alabanza de gloria es un alma de silencio que permanece como una lira bajo el toque misterioso del Espíritu Santo, para que Él arranque de ella armonías divinas; sabe que el sufrimiento es una cuerda que produce los más bellos sonidos; por eso, ella desea verla en su instrumento para conmover más deliciosamente el corazón de Dios.


Una alabanza de gloria es un alma que mira fijamente a Dios en la fe y en la simplicidad. Es un reflector de todo lo que Él es. Es como un abismo sin fondo, en el cual Él puede verterse y expansionarse. Es también como un cristal, a través del cual Él puede irradiar y contemplar todas sus perfecciones y su propio esplendor. Un alma que de este modo permite al Ser divino apagar en ella su deseo de comunicar “todo lo que Él es y todo lo que tiene”, es, en realidad, la alabanza de gloria de todos sus dones.

 

         Una alabanza de gloria es, en fin, un ser que siempre permanece en actitud de acción de gracias. Cada uno de sus actos, de sus movimientos, cada uno de sus pensamientos, de sus aspiraciones, al mismo tiempo que la arraigan más profundamente en el amor, son como un eco del sanctus eterno. En el cielo los bienaventurados no tienen “reposo día y noche diciendo: Santo, santo, santo, el Señor todopoderoso... y, prosternándose, adoran al que vive en los siglos” (Ap 4, 8-10)

         

En el cielo de su alma la alabanza de gloria comienza ya el oficio que tendrá en la eternidad. Su cántico no cesa, porque está bajo la acción del Espíritu Santo, que obra todo en ella; y aunque ella no sea siempre consciente de ello, porque la debilidad de la naturaleza no le permite estar siempre fija en Dios sin distracciones, ella canta siempre, adora siempre; ella se ha convertido, por decirlo así, en la alabanza y el amor, en la pasión por la gloria de su Dios. En el cielo de nuestra alma seamos alabanza de la gloria de la Santísima Trinidad, alabanza de amor de nuestra Madre Inmaculada.


Un día se descorrerá el velo,

seremos introducidas en los atrios eternos

y allí cantaremos en el seno del Amor infinito. 


(1) Santa Isabel de la Trinidad, carta a Germana de Gemeaux 20 agosto 1903.

(2) Salmo 146-147, 1ss

(3) Efesios 1, 5.12

(4) Santa Isabel de la Trinidad, El cielo en la fe, 41ss


Santa Isabel de la Trinidad, ora pro nobis

Solemnidad de la Santísima Trinidad

26 de mayo de 2024



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